jueves, 18 de mayo de 2023

 

Propuesta para intérpretes

Sigue siendo para mí un misterio el por qué habiendo tanta denuncia de la situación de privación lingüística que viven los niños sordos hijos de padres oyentes, no se ha tomado ninguna acción directa para prevenirla o al menos minimizar sus efectos negativos.

Me permito citar a Esperanza Morales o a Miguel Rodríguez Mondoñero, que en español han publicado numerosos alegatos poniendo en evidencia el verdadero genocidio mental que se está produciendo al negarles a estos niños la posibilidad de acceder a una lengua natural en las primeras etapas de su vida. O a los videos de Nyle di Marco, sordo que ilustra las consecuencias nefastas de esta situación. O las conferencias del Dr. Gulati, explicando la necesidad de que los niños sordos cuenten con la posibilidad de interactuar con la lengua de señas desde el momento de su diagnóstico.

Porque la discapacidad de estos niños no se refiere a la pérdida de la audición, sino al impacto de la misma en el desarrollo del lenguaje, por lo que deberían ser considerados como “con discapacidad del lenguaje” y no sólo auditiva. Con ello se distorsiona la realidad y se niega la existencia de una limitación en el desarrollo del lenguaje, que explicaría el insatisfactorio desempeño escolar y las carencias cognitivas que perduran a lo largo de toda su vida.

Paralelamente a esta negación, tampoco se han realizado estudios sobre cuáles son las manifestaciones de la privación lingüística en la dimensión lingüística, cognitiva, emocional y social. Se acepta que ellas existen, como resultado de descripciones anecdóticas. Pero no se cuenta con investigaciones sistemáticas. Tampoco se ha intentado superar esas deficiencias, tomando como punto de partida las situaciones de los jóvenes sordos que han transitado en las escuelas y que son usuarios de la lengua de señas.

Nos ha parecido que el estudio de la comprensión de relatos de estilos y complejidad variadas, sería una vía fructífera para discernir las dificultades específicas que presentan estos niños y jóvenes en la comprensión de estos relatos, ya que son una de las trabas que ellos enfrentan en la actividad escolar. Podría establecerse una serie de niveles de comprensión, para poder vincular las carencias encontradas con la historia personal de cada niño o joven sordo.

A este respecto, consideramos que los textos literarios son una fuente privilegiada de intercambios dialógicos. Los textos escritos son una base concreta a partir de la cual sería factible establecer un diálogo subjetivo entre el oyente y el sordo, en lengua de señas, un intercambio amistoso de opiniones sin que haya otro interés que el conocimiento mutuo.

Dos son los factores a tener en cuenta en una indagación con este propósito. En primer lugar, sería preciso contar con personas cuya competencia en lengua de señas sea apropiada para mantener un diálogo en torno a un tema determinado. En capacidad de narrar un texto en lengua de señas respetando el texto original, y utilizando una lengua comprensible plenamente para los niños y jóvenes sordos entrevistados.

En segundo lugar, sería necesario que los narradores de los textos estuviesen en condiciones de comentar, de dialogar sobre el texto, de modo de tener parámetros confiables y homogéneos para analizar los resultados. Es decir, que fueran capaces de manejar la apreciación literaria de esos textos.

Para esto, pensamos que los intérpretes pudieran ser figuras privilegiadas, siempre que su dominio de la lengua de señas fuese comprobado. Pero es de lamentar, que las intérpretes consideran su función como meras transmisoras de mensajes en un vaivén entre la comunidad de los sordos y la de los oyentes, sin un intercambio real, basado en que la comunicación entre ambos debe ser personalizada, bidireccional.

La interacción amistosa, considerando al otro como un interlocutor válido, sin la pretensión de enseñarle nada ni de evaluarlo formalmente, debe ser como hablamos con amigos, como comentamos una idea o un hecho, argumentando, explicando, concertando o discrepando. Dicha interacción, sin excepción, debe ser dialógica, tener característica de un diálogo, debe ser narrativa, es decir que debe tener una coherencia interna y contextual, y debe ser ficcional, vale decir que debe recurrir a referencias metafóricas o abstractas.

La función de este diálogo sería doble. Por una parte, permitiría establecer un diagnóstico del nivel y de la calidad de las carencias de lenguaje que presentan niños y jóvenes sordos que han sufrido privación lingüística. Y por otra parte, permitiría evaluar el impacto “terapéutico” que pudiese tener este tipo de acercamiento, en relación con las carencias de lenguaje.

martes, 2 de mayo de 2023

La inclusión indiscriminada

 

Marian González y Belén Jurado presentan este texto de Albano de Alonso

“Incluir no es “estar”, es pertenecer. Si vamos a crear aulas inclusivas de verdad (un requerimiento internacional), pensemos antes en el cómo, no vaya a ser que creemos el efecto contrario: que dentro de un aula ordinaria un estudiante se sienta excluido.”

Este riesgo no es imaginario. Es una triste realidad. Los niños con discapacidades de distinto tipo “incluidos” en aulas regulares, sufren por aislamiento, alienación, cuando no son objeto de “bullying” por parte de sus pares.

Incluir no es estar, sino pertenecer. Pero no pertenecer al mundo de los que nos consideramos “normales”, sino a un mundo especial, que tome en cuenta las necesidades específicas que exigen los niños “diferentes”.

El problema precisamente es pensar en cómo crear espacios inclusivos de verdad. Que no tienen por qué ser aulas escolares, para niños que no admiten ser incorporados a aulas programadas para niños que están en condiciones de responder a las exigencias académicas.

En principio, entonces, debemos rechazar el criterio de que la “inclusión” debe realizarse a imagen y semejanza de lo que los “normales” consideramos que es lo mejor para nosotros, desconociendo los requerimientos que tienen niños diferentes a la mayoría.

El desconocimiento de la diferencia está en la base de las propuestas de “inclusión”. Y ese desconocimiento es fruto de la ignorancia de las particularidades que presentan niños sordos, con discapacidad intelectual, o autistas. Cada uno de ellos necesita una atención educativa específica, dirigida a dar respuesta a sus necesidades particulares.

Pero también el desconocimiento de la diferencia es fruto de la demagogia con la que los promotores de la “inclusión” juegan con las expectativas de los padres, engañándolos con promesas que jamás se cumplen. Se presenta la “inclusión” como un derecho a la educación, cuando en realidad es la negación del derecho a una educación acorde con las necesidades especiales de sus hijos.

Es hora de reflexionar, de ver en la realidad, cómo los niños que presentan una condición particular, se encuentran excluidos de la vida del aula, y cómo se hace la vista gorda ante las injusticias que se cometen en la vida escolar.  

martes, 11 de abril de 2023

 Hablemos de lenguaje

El lenguaje puede concebirse como un instrumento mental, específico de la especie humana. Al nacer, el lenguaje no está presente como tal, es como una semilla, que tiene un potencial de desarrollo. Para germinar, le es necesario y suficiente la información que recibe el cerebro del contacto espontáneo y significativo con una lengua natural, oral o de señas.

 A medida que recibe los nutrientes que necesita, el lenguaje va creciendo y adquiere la capacidad de cumplir con dos funciones esenciales: 1/ permitir una comunicación espontánea, infinita y creativa; y 2/ enriquecer el pensamiento, dotando al niño de la capacidad de razonamiento y de abstracción.

El lenguaje tiene un período privilegiado para desarrollarse, que termina alrededor de los cinco o seis años. Pasado ese lapso, el lenguaje tendrá grandes dificultades para desarrollarse, lo que acarrea trastornos y carencias de distinto grado y naturaleza.

A continuación, expongo lo que considero que son puntos esenciales para la comprensión de un fenómeno tan complejo como es el lenguaje y su desarrollo.

a/ Todo cachorro humano nace con la posibilidad y la necesidad de desarrollar normalmente un instrumento mental específico de la especie: el lenguaje. Esta necesidad es imperiosa, es un impulso instintivo, tan irrefrenable como la respiración.

b/ El lenguaje, al nacer, es una potencialidad que necesita de un alimento único e imprescindible para hacerse realidad: una lengua natural. Así como la respiración necesita oxígeno y sólo el oxígeno que está en el aire, la semilla del lenguaje exige un único alimento, que está vehiculizado por una lengua natural.

c/ El niño, desde el nacimiento “reconoce”, dentro de los múltiples y variados estímulos que recibe de su entorno, los que forman parte de una lengua natural, si le llega de manera espontánea y significativa. Y eso sólo se logra cuando la gente a su alrededor usa normalmente una lengua natural, interactuando con el niño. Esto es lo que habitualmente ocurre en una familia de oyentes/hablantes de una lengua natural. Los adultos hablan en torno al niño y le hablan desde el momento de nacer, aunque saben que no va a responderles. Lo que tampoco saben, aunque lo hagan, es que esa acción favorecerá el desarrollo del lenguaje.

d/ Los estímulos que el bebé reconoce como formando parte de una lengua, son procesados en algún lugar específico del cerebro, que pudiéramos llamar “centro del lenguaje”. Desde los primeros meses de la vida se sabe que el niño “escoge” los sonidos que forman parte de la lengua que se habla en su entorno, y que los procesa de manera estructurada, diferenciándolos de todos los demás sonidos del ambiente. Los balbuceos del pequeño están formados por sonidos de la lengua que oye. Cuando el niño empieza a repetir sonidos, lo que repite no son los ruidos ambientales, sino exclusivamente los sonidos que forman palabras con significado. Así, el niño repite palabras como tete, agua, mamá, y no los ruidos que no tienen significado en la lengua natural que está oyendo.

e/ En lo que constituye un círculo virtuoso, a medida que el centro del lenguaje procesa la lengua natural a la que tiene acceso desde el nacimiento, el niño va aprendiendo a hacer uso de esa lengua natural. Se trata de un proceso bidireccional: la lengua estimula el desarrollo del lenguaje, y éste, a medida que se desarrolla, hace posible que el niño aprenda a usar la lengua, lo que quiere decir que el niño reconstruye la gramática en todos sus aspectos de la lengua natural. Para que esto ocurra, es imprescindible que el acceso a la lengua natural sea pleno, sin limitaciones, sin deficiencias auditivas en el caso de una lengua oral.

f/ Si no tiene acceso pleno a la lengua natural del entorno, el lenguaje va a presentar carencias en su desarrollo, en las funciones esenciales: comunicación plena, infinita y creativa; enriquecimiento del pensamiento, capacidad de abstracción. El lenguaje se incorpora al desarrollo cognitivo a partir del primer año de vida.

g/ La lengua natural a la que todo niño normalmente tiene acceso es una lengua oral; pero las lenguas de señas, que poseen los atributos y las funciones de una lengua natural, también pueden ser aprovechadas por el niño, en caso de que no pueda acceder plenamente a una lengua oral. Esta función de la lengua de señas es de la mayor trascendencia. La lengua de señas está en capacidad de lograr que el niño sordo incorpore las funciones del lenguaje en lo que respecta al desarrollo comunicacional y cognitivo.

h/ La lengua natural, cualquiera que sea, oral o de señas, que le ofrece el entorno a un niño desde su nacimiento y a la que “recurre” en su necesidad de desarrollar el lenguaje, puede ser llamada con toda propiedad, lengua primera. Esta lengua es la que le permite estructurar su conocimiento de la gramática, comunicarse libremente y enriquecer su pensamiento. Si el niño sordo no dispone de la oportunidad de acceder a una lengua primera de señas, intentará hacer lo que pueda con la lengua oral, y dependerá de sus restos auditivos. En cualquier caso, este proceso será incompleto.

i/ El niño siempre va a tener una lengua primera, que es la lengua natural que le ofrece el entorno. Esta oferta por lo general es espontánea, correspondiendo a la lengua que se habla a su alrededor. Pero en la situación en que el niño tenga una capacidad auditiva disminuida, el procesamiento de una lengua oral como lengua primera será parcial y distorsionado, con las consecuencias inevitables sobre el desarrollo del lenguaje.

 

Privación lingüística

La privación lingüística ocurre cuando un niño es privado del acceso a una lengua natural en su entorno. Esta situación es sumamente rara en los niños normalmente oyentes en el seno de su familia. Por eso, los casos de privación lingüística en niños oyentes se refieren a niños abandonados que permanecieron aislados de la sociedad humana, supuestamente criados por animales. O a mantenidos en encierro por sus propios padres. En todo caso, las consecuencias de esa privación han sido marcadas, tanto en el plano cognitivo como en la adaptación social.

Sin embargo, hay una población que está invariablemente sometida a la privación lingüística: la población de niños sordos hijos de padres oyentes, que constituyen alrededor del 95% de los casos de sordera infantil. Desde el momento que no oyen, esos niños no pueden acceder a los intercambios en la lengua natural que es la que usan los miembros de su familia, ya que se trata de una lengua oral. Así, los niños sordos hijos de padres oyentes permanecen al margen de la lengua natural que les es necesaria para el desarrollo del lenguaje. Por lo tanto, van a sufrir una privación lingüística.

El desarrollo del lenguaje en los seres humanos es un proceso espontáneo, que ocurre desde el momento de nacer. Al momento de nacer, un niño no posee lenguaje, pero sí el potencial para adquirirlo. Es como una semilla que debe ser regada para que germine. El alimento único y específico para que esa germinación ocurra es una lengua natural. Basta que el niño esté expuesto a una lengua natural, para que su lenguaje se desarrolle en forma óptima. El ser humano viene preparado instintivamente para aprovechar ese alimento.

El no poder aprovechar una lengua natural tiene consecuencias gravísimas. Es que el lenguaje nos permite no sólo hablar y comunicarnos, sino que nos permite pensar. El pensamiento es un producto del lenguaje. Y también el lenguaje se pone al servicio de la inteligencia. Es decir, el lenguaje es lo que hace posible que razonemos, que aprendamos, que argumentemos, que nos interesemos por entender las cosas que nos rodean. Todo esto está perturbado cuando existe privación lingüística, cuando el lenguaje no puede desarrollarse en forma óptima.

Entonces, en el niño sordo, la falta de audición no es su principal discapacidad, sino que a ella se le suma otra de mayor importancia: la discapacidad de lenguaje. Sin embargo, esta discapacidad no es reconocida habitualmente; por el contrario, permanece ignorada lo que impide su prevención. Lo que sería de interés vital es plantearse cómo se podría evitar la privación lingüística o minimizar sus consecuencias. Ese es el gran desafío que tiene la atención de los niños sordos hijos de padres oyentes.

Esta es una de la verdades que deben ser dichas, con el propósito de sensibilizar a los médicos que realizan el diagnóstico de sordera, y a las autoridades educativas que tienen que disponer de los recursos necesarios para impedir o minimizar los efectos de la privación lingüística.

lunes, 10 de abril de 2023

Las verdades que deben ser dichas

Actualmente son muchas las críticas que recibe la educación de los sordos. Tanto desde los fundamentos, pasando por su práctica, hasta los resultados de la tarea educativa son puestos en tela de juicio por los diferentes sectores involucrados en dicha tarea.

Hemos creído conveniente reunir esas voces de protesta para darles contundencia, de modo de que las críticas puedan ser escuchadas en los niveles en donde se toman las decisiones, para que puedan ponerse en práctica propuestas que mejoren en lo inmediato la situación actual.

La finalidad de este blog es discutir los puntos clave para una reorientación de la educación de los sordos, partiendo de la base de que es imprescindible tratar algunos temas que son de una importancia decisiva para el cambio, pero que no son tratados, por lo que no llegan al conocimiento de los actores en el escenario de la sordera.

Estos temas, verdades que deben ser dichas, incluyen la revisión, la reorientación y el reimpulso de la política de inclusión, la atención al desarrollo del lenguaje de los niños sordos hijos de padres oyentes, el papel de la lengua de señas en el desarrollo integral del niño sordo, la necesidad de que los padres reciban una información objetiva, oportuna y accesible al momento de recibir el diagnóstico de sordera de su hijo, la participación de los intérpretes en el proceso educativo y más allá, entre otros.

Con este propósito, invitamos a participar en los intercambios que podrán generarse al poner sobre la mesa estos temas a todos los interesados en promover un cambio radical en la educación de los niños sordos.


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